lunes, 30 de septiembre de 2019

LA MINERÍA EN GARRUCHA: ACTIVIDAD INDUSTRIAL DECISIVA PARA LA CONSECUCIÓN DE LA INDEPENDENCIA MUNICIPAL.





En 1841, el comerciante veratense, D. Manuel Orozco Jerez, principal accionista de la opulenta Mina de Observación de Sierra Almagreda, decide crear una gran fábrica de fundición de minerales en Garrucha. El emplazamiento en un principio no fue el más acertado por la lejanía existente hasta llegar a la sierra, ya que no era el más conveniente, puesto que puedo haber elegido una zona más cercana a levante del litoral, evitando el acarreo de seis o siete kilómetros al mineral, pero el Sr. Orozco tomó la decisión de ubicarla en Garrucha, por aquello de que en la villa ya contaba con intereses económicos por actividades comerciales ajenas a la minería.
            Esta primera fábrica se llamó “San Ramón” y estaba situada justamente en el pequeño lomo o promontorio al pie del cual arranca el espigón principal del actual puerto. La chimenea que aún existe sobre el monte que hay a espaldas de la población (el calvario), corresponde a esta primera fábrica, al igual que la galería de condensación que la comunicaba con los hornos de fundición con un recorrido de más de 500 metros.
            “Una reseña importante, es que aquella galería con el tiempo, cuando dejó de funcionar, se convertiría en el lugar de residencia de las familias más pobres de la época, dando paso a la cimbra.
            El establecimiento de esta industria revolucionó por completo la vida en la apacible aldea de pescadores, que de la noche a la mañana se vio convertida en un macro centro de gran actividad minera, y que daba trabajo a 250 personas, entre las cuales se encontraban 18 técnicos ingleses.
            Al mismo tiempo que se levanta la fábrica de San Ramón en Garrucha, ser edificaron otras dos de iguales características en Palomares y Villaricos, y otra tercera en los Lobos.
            Todas estas fábricas, que comenzaron a trabajar casi al mismo tiempo, necesitaban para su actividad fundidora enormes cantidades de carbón de piedra procedentes de Inglaterra.
 Los pescadores de Garrucha, con su peculiar viveza y desparpajo de siempre, no dudaron en adaptarse para aprovecha el nuevo panorama laboral, rentabilizando frecuentemente los embarques de mineral con una mejora importante de sus expectativas lucrativas.
            Para una información más exacta, comentar que la carga y descarga de barcos grandes, (vapores, bergantines y faluchos) en la playa de Garrucha, se hacía por entonces, también con la ayuda de pequeños barcos de pescadores. Éstos llevaban a cabo el transporte de mercancías entre la playa y los barcos grandes que estaban fondeados a una distancia moderada, trasladando la carga en pequeñas cantidades para llenar las bodegas de los vapores o veleros de turno.
            Pronto, la demanda de una producción mayor desemboco rápidamente en la creación de un método más eficaz, construyendo una potente flota de gabarras diseñadas especialmente para cargar los barcos de mayor tonelaje. “Eran unas embarcaciones de construcción robusta, muy pesadas, que se movían a remo, y que, además, podían cargar varias toneladas a la vez en cada viaje”
            Garrucha consiguió establecer, por exigencias de producción, una flota considerable de este tipo de embarcaciones que, durante casi medio siglo de intensa actividad, constituyeron una fuente importante de ingresos para la población, creando empleos directos e indirectos, cuya consecuencia fue agilizar notablemente la mano de obra. La razón de tener tanto trabajo, es porque su actividad en la carga y descarga no se limitaba únicamente a la playa de Garrucha, sino que se extendía a todo el litoral comprendido entre Agua Amarga y Terreros.
            Dada la disponibilidad de obreros, se podía dar servicio a un mismo tiempo: a barcos que cargaban mineral en Pozo del Esparto o Carboneras, y a su vez, cuando se requería, también se descargaban carbón y maquinaria en Garrucha y Palomares.
            Este movimiento de buques se inició con el embarque de los primeros minerales de Almagrera, pero rápidamente se extendió al trasiego de carbón y a los productos de fundición, dio lugar a que, por Real Orden del 12 de junio de 1841, se nombrara un inspector oficial para el embarque de minerales. Al año siguiente, en 1842, otra disposición oficial, ordena establecer en la Garrucha una Delegación de la Aduana y Administración de Rentas de Vera; la misma, que fue confiada a D. Pedro Berruezo.
            La cifra de barcos cargados entre los años 1840 a 1880, fue de una media estimada de unos 15 aproximadamente al mes. Se hizo también necesario crear en 1844, una Ayudantía de Marina en Vera, emplazamiento que fue corregido en 1861, trasladándola definitivamente a Garrucha.
            Ya en estas fechas, la primera aldea de pescadores había experimentado un notable cambio, puesto que según los datos del Diccionario Geográfico y Estadístico de D. Pascual Madoz, en 1845, contaba con 250 casas, un alfolí de Sal; Aduana con Administrador y dos fieles; una fábrica de fundir; 22 barcos “lanchas” y 24 barcas pesqueras; dos tiendas y varios ventorrillos (casa de comidas situadas a las afueras de la población). La población, por entonces, ascendía a la cantidad de 1.200 personas.




Información recabada.
Bibliografía.
   Libro: Cuevas de Almanzora hace un siglo.
   Antonio Molina Sanchez.
           

miércoles, 25 de septiembre de 2019

ÚNETE A NOSOTROS PARA VIAJAR EN EL TIEMPO CON UNA MÁQUINA MUY ESPECIAL; PARA RECORDAR UN FESTIVIDAD QUE QUEREMOS RECUPERAR: "LA FIESTA DEL ÁRBOL"

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           Desde las concejalías de cultura y medio ambiente del excmo ayuntamiento de Garrucha, os proponemos un viaje en tiempo y, además, lo vamos a hacer con una máquina muy especial: "nuestro archivo histórico municipal"
           ¿Qué os parece? Si es así, como creemos, te invitamos a este barquito tan ilustre. Nuestra intención es navegar juntos a un mar de sensaciones, curiosidades e historias que te harán disfrutar de momentos inolvidables. 
           Trasladémonos mediante un flash back al año 1935. El excmo Sr. alcalde Pedro Gerez González, se encuentra reunido con su equipo de gobierno. Están planificando un festividad muy importante: "LA FIESTA DEL ÁRBOL" 
           Por aprobación unánime, se ha decidido el presupuesto y la designación del área a repoblar. Además, se añade a dicha proposición: uno de los puntos más satisfactorios en el orden del día, que será comunicar al Don Juan Siles López, maestro del colegio de la localidad y miembro del consejo de enseñanza local: facilite el listado de los alumnos que van a participar en el evento. La intención es asignar un plantón a cada uno.
            Una conferencia cerrará el evento y las garrucheras y garrucheros disfrutarán de un gran día.
            «Lo que ignoraban en aquella junta de gobierno, es que ese año sería el último de tan noble e importante celebración»
            Regresamos rápidamente mediante un flash forward al futuro. Año 2019.
  A menudo en los medios de comunicación: televisión, radio, prensa, redes sociales etc, informan noticias sobre daños ambientales producidos por catástrofes naturales (Ejemplo de ello, ha sido la gota fría "dana") que hemos tenido estos últimos días), o en su defecto, por mayor e inexcusable responsabilidad, por acción del hombre. 
           La demanda de producción y consumo productos, conlleva intrínsecamente a una problemática social que está perjudicando la sostenibilidad de nuestro ecosistema de manera alarmante. La polución y la contaminación a todos los niveles, está favoreciendo la expansión de los principales mecanismos de degradación atmosférica.
        La inercia generada por la incontrolada propagación de los efectos nocivos producidos por contaminantes, tales como: plásticos, derivados del petróleo, químicos, combustiones tóxicas, basuras, etc, está originado, cada día más, el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía, y crónicas, como el cáncer del pulmón, enfermedades cardiovasculares, entre otras. En consecuencia, al día de hoy, ha habido un resurgimiento generalizado (a nivel mundial) de campañas de concienciación pro-protección de los recursos naturales, y, por ende, acciones preventivas para evitar riesgos en la salud de las personas y en los seres vivos. Pues bien, nuestra querida Garrucha, allá por la década de los años 30, ya contaba con una festividad anual, donde toda la población participaba con alegría y con ganas de disfrutar de un día muy ameno en contacto con la naturaleza, pero, sobre todo, de una firme concienciación social.
         El Día del Árbol o Fiesta del Árbol era un recordatorio para informar a los garrucheros y garrucheras de la época: de la importancia de proteger las superficies arboladas, flora y fauna. Por poner una comparativa: sería algo parecido a lo que hoy conocemos como la festividad del día de "La Vieja"' pero con un trasfondo diferente: explicar a los más jóvenes de la importancia de conservar el medio ambiente y los beneficios que se consiguen por llevar cabo tal ejercicio. El colofón final era plantar árboles y hacer felices a los protagonistas del evento: padres e hijos.
            Era una manera de hacer partícipes a la población de la importancia de respetar la naturaleza, sirviendo a su vez, de una línea promocional de educación ecológica para los niños. 
            Sin duda alguna, es un mensaje aleccionador del pasado; cuyo legado se disipó en el tiempo, y que supuso una actividad pedagógica e informativa encaminada hacia la consecución de un fin primordial: promocionar la importancia de preservar nuestro biosistema. Una lección magistral, que nuestros antepasados dejaron escrita en los legajos antiguos que hoy día siguen conservados en nuestro archivo histórico.
         Los árboles son sinónimo de vida, y no porque sean seres vivos, lógicamente, sino porque representan mucho más: son parte de nuestro entorno, protegen y dan vida a otras especies; nos acompañan en nuestros paseos y nos alimentan de oxígeno, y, además, embellecen el paisaje con su colorido.

UNA FESTIVIDAD QUE QUEREMOS RECUPERAR: "LA FIESTA DEL ÁRBOL"

            En el día de ayer, por motivos de procedimiento en materia archivística, fui al despacho de la concejalía de cultura. Allí se encontraban los concejales de cultura y medio ambiente reunidos: Ángel Capel y Diego Morales.
           Tras las exigencias informativas de asuntos relativos al archivo, y a propósito de las últimas averiguaciones realizadas nuestros fondos, sin más dilación, me comentaron el proyecto que habían consensuado en junta de gobierno.
            En palabras textuales, Ángel Capel, concejal de cultura, expresó: "desde nuestro compromiso por difundir temáticas culturales y educativas de distintos ámbitos, en nuestra agenda, también hay espacio para desarrollar propuestas y eventos concernientes a asuntos destinados a la conservación del medio ambiente"
       Queremos retrotraernos en el tiempo para rescatar una celebración preciosa del pasado garruchero. Deseamos volver a celebrar este día; con la sabía intención de fomentar nuestras raíces culturales y gozar de un marco de convivencia fraternal entre todos los vecinos, haciendo partícipes a padres, madres e hijos de una inolvidable jornada de amistad y solidaridad con el medio ambiente.
            Por otro lado, Diego Morales, concejal de medio ambiente, añadió la siguiente reflexión: “uno de los mejores homenajes que podemos hacer a nuestro municipio, es organizar una plantación de árboles, derivando sus beneficios en el aprovechamiento de los maravillosos efectos colaterales (saludables) que otorgaría a nuestro entorno”
            Todos somos conscientes de que los árboles son productores de oxígeno; son los pilares que evitan la erosión de la tierra y, sobre todo, son los más avezados combatientes de la contaminación. Literalmente, tal cual dijo: "un árbol es como un filtro que purifica el aire y nos brinda mejores condiciones de salubridad"
             Desde la concejalía de cultura y medio ambiente, y viceversa, es de nuestro agrado informar a todos los vecinos, que nuestro equipo de gobierno pretende recuperar esta maravillosa festividad. 
            Trataremos de crear políticas que favorezcan una mayor concienciación pública; en cuanto a la protección de nuestras zonas verdes. En definitiva, deseamos establecer una línea de actuación ecológica que nos permita en las próximas décadas tener un mejor panorama conservacionista.
           
Luis José Fernández.
Archivo histórico de Garrucha.








martes, 24 de septiembre de 2019

EL “ALFOLÍ DE SAL” COMO ELEMENTO VITAL EN LOS INICIOS FUNDACIONALES DE GARRUCHA.

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        Conocido también como Castillo de San Ramón y Castillo de las Escobetas, fue construido en el siglo XVIII por el arquitecto Francisco Ruiz Garrido; para defender a la población de los asiduos ataques de piratas berberiscos.
    A comienzos del siglo XIX, hacia 1.820, Garrucha era una pequeña aldea de pescadores dependiente del municipio de Vera. La aldea en cuestión, parece ser que tenía más barracas que casas, y su emplazamiento definitivo, posiblemente, se debió a la existencia del castillo.
Carlos III, lo reedificó al mismo tiempo que los castillos de Águilas y Terreros, a los cuales se les asignó una pequeña guarnición para vigilancia de esta costa, ya que ésta era muy frecuentada por los piratas berberiscos en aquellos tiempos. Este trozo de costa, concretamente el que abarca de Garrucha a Palomares, fue a partir de la reconquista, un autentico coto de caza para los corsarios otomanos. El castillo fue ocupado después por carabineros cuando se creó este cuerpo allá por el año 1845.
     Cuando la decadencia progresiva de la piratería se hizo efectiva definitivamente años más tarde con la desaparición de ésta, la guarnición fue aprovechada para dar lugar emplazamiento del “ALFOLÍ DE SAL”, cuyo depósito oficial debía tener un remanente de 7.500 fanegas para dar suministro a cuarenta pueblos de la comarca y provincia. En aquella época la actividad económica local, se sustentaba en fundamentalmente en la producción y venta de “salazones y sal”
     “Un dato importante a mencionar es que, la sal era entonces un producto estanco, como lo es hoy el tabaco, y su comercio estaba reservado a la Corona”
    En las cercanías del castillo y del depósito de sal, se formó el núcleo de población estable, contribuyendo en poco tiempo a la construcción de las primeras casas junto a las barracas de los pescadores. La venida de comerciantes de Vera; con más poder adquisitivo propició la creación de media docena de almacenes comerciales, donde acumulaban pequeñas partidas de esparto y barrilla, para su embarque en los “faluchos” que de vez en cuando venían a retirar productos de exportación. Al mismo tiempo, se agilizaba la economía al recibir productos alimenticios de primera necesidad tales como: bacalao, cereales, harinas, aceite y algún que otro producto de abastecimiento.
    El alfolí de sal fue un factor determinante para establecimiento de pescadores de otras zonas pesqueras de litoral almeriense, ya que la sal para los pescadores de la época, era lo que es el hielo de hoy para conservar el pescado. En aquellos tiempos no se conocía otro sistema para comerciar los productos del mar destinados mercado interior, que era, lógicamente, conservar el pescado en sal.
Gracias a la ingente exportación de productos derivados de la sal, Garrucha podía importar a su vez, todo lo preciso para el suministro de la población, ya que no disponía de recursos agrícolas en su entorno, ni de ningún tipo de industria.