
En 1841, el comerciante veratense, D. Manuel Orozco Jerez,
principal accionista de la opulenta Mina de Observación de Sierra Almagreda,
decide crear una gran fábrica de fundición de minerales en Garrucha. El
emplazamiento en un principio no fue el más acertado por la lejanía existente
hasta llegar a la sierra, ya que no era el más conveniente, puesto que puedo
haber elegido una zona más cercana a levante del litoral, evitando el acarreo
de seis o siete kilómetros al mineral, pero el Sr. Orozco tomó la decisión de
ubicarla en Garrucha, por aquello de que en la villa ya contaba con intereses
económicos por actividades comerciales ajenas a la minería.
Esta primera fábrica se llamó “San
Ramón” y estaba situada justamente en el pequeño lomo o promontorio al pie del
cual arranca el espigón principal del actual puerto. La chimenea que aún existe
sobre el monte que hay a espaldas de la población (el calvario), corresponde a
esta primera fábrica, al igual que la galería de condensación que la comunicaba
con los hornos de fundición con un recorrido de más de 500 metros.
“Una reseña importante, es que
aquella galería con el tiempo, cuando dejó de funcionar, se convertiría en el
lugar de residencia de las familias más pobres de la época, dando paso a la
cimbra.
El establecimiento de esta industria
revolucionó por completo la vida en la apacible aldea de pescadores, que de la
noche a la mañana se vio convertida en un macro centro de gran actividad
minera, y que daba trabajo a 250 personas, entre las cuales se encontraban 18
técnicos ingleses.
Al mismo tiempo que se levanta la
fábrica de San Ramón en Garrucha, ser edificaron otras dos de iguales
características en Palomares y Villaricos, y otra tercera en los Lobos.
Todas estas fábricas, que comenzaron
a trabajar casi al mismo tiempo, necesitaban para su actividad fundidora enormes
cantidades de carbón de piedra procedentes de Inglaterra.
Los pescadores de
Garrucha, con su peculiar viveza y desparpajo de siempre, no dudaron en
adaptarse para aprovecha el nuevo panorama laboral, rentabilizando
frecuentemente los embarques de mineral con una mejora importante de sus
expectativas lucrativas.
Para una información más exacta, comentar
que la carga y descarga de barcos grandes, (vapores, bergantines y faluchos) en
la playa de Garrucha, se hacía por entonces, también con la ayuda de pequeños
barcos de pescadores. Éstos llevaban a cabo el transporte de mercancías entre
la playa y los barcos grandes que estaban fondeados a una distancia moderada, trasladando
la carga en pequeñas cantidades para llenar las bodegas de los vapores o
veleros de turno.
Pronto,
la demanda de una producción mayor desemboco rápidamente en la creación de un
método más eficaz, construyendo una potente flota de gabarras diseñadas
especialmente para cargar los barcos de mayor tonelaje. “Eran unas
embarcaciones de construcción robusta, muy pesadas, que se movían a remo, y que,
además, podían cargar varias toneladas a la vez en cada viaje”
Garrucha consiguió establecer, por
exigencias de producción, una flota considerable de este tipo de embarcaciones que,
durante casi medio siglo de intensa actividad, constituyeron una fuente
importante de ingresos para la población, creando empleos directos e
indirectos, cuya consecuencia fue agilizar notablemente la mano de obra. La
razón de tener tanto trabajo, es porque su actividad en la carga y descarga no
se limitaba únicamente a la playa de Garrucha, sino que se extendía a todo el
litoral comprendido entre Agua Amarga y Terreros.
Dada la disponibilidad de obreros,
se podía dar servicio a un mismo tiempo: a barcos que cargaban mineral en Pozo
del Esparto o Carboneras, y a su vez, cuando se requería, también se
descargaban carbón y maquinaria en Garrucha y Palomares.
Este movimiento de buques se inició
con el embarque de los primeros minerales de Almagrera, pero rápidamente se
extendió al trasiego de carbón y a los productos de fundición, dio lugar a que,
por Real Orden del 12 de junio de 1841, se nombrara un inspector oficial para
el embarque de minerales. Al año siguiente, en 1842, otra disposición oficial,
ordena establecer en la Garrucha una Delegación de la Aduana y Administración
de Rentas de Vera; la misma, que fue confiada a D. Pedro Berruezo.
La cifra de barcos cargados entre
los años 1840 a 1880, fue de una media estimada de unos 15 aproximadamente al
mes. Se hizo también necesario crear en 1844, una Ayudantía de Marina en Vera,
emplazamiento que fue corregido en 1861, trasladándola definitivamente a
Garrucha.
Ya en estas fechas, la primera aldea
de pescadores había experimentado un notable cambio, puesto que según los datos
del Diccionario Geográfico y Estadístico de D. Pascual Madoz, en 1845, contaba
con 250 casas, un alfolí de Sal; Aduana con Administrador y dos fieles; una
fábrica de fundir; 22 barcos “lanchas” y 24 barcas pesqueras; dos tiendas y
varios ventorrillos (casa de comidas situadas a las afueras de la población).
La población, por entonces, ascendía a la cantidad de 1.200 personas.
Información recabada.
Bibliografía.
Libro: Cuevas de Almanzora hace un siglo.
Antonio Molina Sanchez.
Información recabada.
Bibliografía.
Libro: Cuevas de Almanzora hace un siglo.
Antonio Molina Sanchez.

El nombre correcto es Ramón Orozco Gerez.
ResponderEliminarLa foto es de la fundición San Jacinto, propiedad de Jacinto Anglada, y ubicada en la playa de Vera. Su chimenea aún se conserva, rodeada por la urbanización “La Chimenea” en la calle del mismo nombre.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl nombre es correcto. La foto es un ejemplo paralelo en lo concerniente a la minería.
ResponderEliminar